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La verdadera libertad consiste en pasar por la vida sin preocuparte por el qué dirán los demás sobre ti o sobre cómo emanciparte de la opinión ajena sin sentirte por ello marginado.
Es un tema sensible el creer constantemente que no agradamos a los demás en ciertas cuestiones. Incluso hay expertos que piensan que todos los problemas tienen que ver con las relaciones interpersonales. Y que para no tener problemas, lo mejor es vivir sólo en el universo. Pero claro está, que eso…es imposible. Y es por eso que cuando nos relacionamos con otros seres sufrimos por varias cosas:
- Experimentamos un complejo de inferioridad respecto a quienes se supone que han conseguido “más” que nosotros.
- A veces nos sentimos tratados de manera injusta por las personas que amamos o que ayudamos y no nos corresponden como desearíamos.
- Y deseamos complacer de cualquier manera a los demás para obtener continuamente su aprobación, pudiéndose convertir en una adicción.
Suele pasar en las redes cuando colgamos fotografías personales buscando likes y comentarios. Podemos llegar a sentirnos ignorados si obtienen poco feedback. Y lo mismo ocurre en las relaciones analógicas: cuando no obtenemos del otro lo que creemos que nos merecemos, la amistad puede enfriarse y empieza a surgir un resentimiento hacia ellos por ese detalle que pasaron por alto.
Esto es un avaricioso generador de problemas. De la misma manera que en las relaciones de pareja, una parte siempre ama más que la otra, las relaciones de amistad nunca son totalmente simétricas. Hay personas que disfrutan dando y otras que transmiten la impresión de que no quieren recibir nada. Sumado al hecho de que cada persona tiene una forma distinta de expresar su amor: para unos es facilísimo y para otros…les cuesta muchísimo buscar el momento y lugar adecuados para expresar lo que están sintiendo.
Todo es correcto siempre y cuando no sintamos esa pesada ansiedad que nos obligue a hallar una compensación equitativa e inmediata. Como decía Fredy Mercury “I want it all, and I want it now”. Es como interpretar una relación personal cimentada en la recompensa de “lo que te he dado y de lo que tienes que devolverme ahora”, de exigir las contrapartidas otorgándonos el derecho de caer mal.
La verdadera libertad incluye que no nos importe caer mal a ciertas personas. Dejar de preocuparnos por lo que los demás piensen y, que suele coincidir con los que no nos entienden, es el camino a la serenidad.
“Cuando deseamos intensamente que nos reconozcan otros, vivimos para satisfacer las expectativas de esos otros y ya no somos libres”. Ichiro Kishimi.
Y queremos ser libres…queremos la verdadera libertad.
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