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Cuando comienza el otoño, los días son más cortos y después de un verano lleno de estímulos, llega el momento de procesar lo que se ha vivido y dar un nuevo sentido a las cosas.
El clima invita a quedarse en casa, y conforme la claridad de los días va desapareciendo, se siente una necesidad de recogimiento, lo que presupone que las personalidades creativas empiezan su período de fertilidad. Es la época en las que las ideas maduran en un entorno de serenidad y de reflexión.
Es la estación de la “vuelta al cole”, de los proyectos académicos…pero también es la estación de las charlas al calor de una chimenea y al olor de una cafetera caliente, del olor a lluvia y a tierra mojada...
En realidad, es el tiempo de la melancolía.
En realidad, el otoño es la estación de los poetas…
El descenso de la luz solar afecta a nuestra vida en forma de descenso de nuestra propia energía. Ese trastorno afectivo estacional (TAE) se caracteriza por un estado de letargo y de depresión. La producción de serotonina disminuye debido a la reducción de horas de sol y su incidencia es directamente proporcional a la sensación de la felicidad.
Conforme nos vamos adaptando a la reducción de la luz, el bajón que genera la menor producción de serotonina, se amortigua aprovechando los momentos de luz solar saliendo al exterior y evitando los ambientes de luz artificial.
No obstante, la mejor medida de encajar la actual situación de cambio de estación es adaptarnos a ella, abrazando la introspección. Ese flashback vital o retrospectivo es una actividad típicamente otoñal.
No se trata de ser negativo, sino de buscar el punto de vista positivo. No se trata de aislarse del mundo, sino de cultivar el interior para recoger frutos que compartiremos con los demás. Mientras que el invierno es la estación que convoca nuevos proyectos, el otoño es la estación de la memoria, de recordar...
Las hojas de otoño que recogemos en esta estación, nos procuran placer y a la vez comprensión y gratitud.
La melancolía nos proporciona un mayor aprecio de los momentos vividos, algunos de los cuales no comprendemos hasta superados unos años y en toda su grandeza.
Es el momento de viejas fotografías, de canciones que reviven episodios antiguos, de cambiar a una nueva casa, de mejorar, de querer más a los que nos quieren, es el momento de soñar y alcanzar…es el momento de reconocer lo mejor de la vida.
Debemos instalarnos en la melancolía activa, la que solo utiliza los tesoros del pasado para renacer, la que solo filtra las hojas muertas del verano como trampolín para encontrar la felicidad.
Como decía Victor Hugo: “La melancolía es la felicidad de estar triste”.
Nos recuerda que cuando nos lo propongamos, podremos crear momentos de tremenda belleza e intensidad.
Nos recuerda que debemos comprometernos a vivir enérgicamente aquí y ahora, plantando las semillas para un maravilloso futuro.
Nos recuerda, que cuando las hojas empiezan a caer, empieza la oportunidad de la renovación y la lista de los nuevos propósitos.
Nos recuerda, que la melancolía algunas veces puede conducirnos a la felicidad…
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