Siempre he creído, antes y ahora, que las chicas se dividían en tres grupos: las guapas, las atractivas y las que tenían personalidad, y siempre me sentí a gusto formando parte del tercer grupo aunque consistiera en un eufemismo para integrar a las que, con disimulo, mostrábamos algún defecto...como esos pechos que crecieron independientemente del resto del cuerpo o ese centro de gravedad que de un día para otro, se convirtio en el punto de atención de una niña todavía adolescente.
Entonces aprendi una cosa: la belleza caduca, el atractivo es caprichoso dependiendo de quién te mira pero la personalidad...la personalidad atrapa.
No sé si fue mi padre o mi madre el que me la inculcó, pero esa idea rigio toda mi juventud y lo tuve muy claro: lo más atractivo de mi ser era mi cabeza.
“Me parece formidable que haya mujeres a las que les guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan casarse, que haya mujeres que huelan a sexo y otras a merienda de los niños que salen del colegio. Formidable que las haya jóvenes, my guapas, otras coquetas y radiantes. Francamente me alegro por todas a las que les convienen las cosas tal y como son. Lo digo sin la menor ironía. Simplemente, yo no formo parte de ellas.” Esto escribía Virginie Despentes en su fantástico libro Teoría King Kong, 2006.
Mujeres con personalidad...se dice de aquellas que no se conforman con la receta de la feminidad guionizada, que son obstinadas, sentimentales, sexuales, torpes, miopes, sonrientes, divertidas, que hablan deprisa hasta casi tartamudear, leales, con un lado indómito, con carácter, con tallas reales y sobre todo...con naturalidad, seguras de sí mismas y sin complejos.
Necesitamos ser esas mujeres porque, hoy en día, las relaciones de los adolescentes han cambiado y la violencia machista entre jóvenes ha aumentado a niveles impensables. Chicos que confunden los celos...con el amor y se vuelven violentos.
Y detrás de cada violento...hay una superviviente que se ha equivocado con la elección y no ha sabido hacerle frente porque la han anulado, la han hecho sentirse invisible y ha doblegado su personalidad desistiendo de sus deseos y de sus metas.
Eso no puede ser. Todo eso...debemos impedirlo.
Porque tener personalidad es quererse lo bastante para soportarse uno mismo aceptándonos tal y como somos y eso solo se consigue desde niños, construyendo la vida con personalidad...
Y porque tener carácter también es destino.
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