Tumbada sobre la espalda...observaba el cielo. Sabía muy bien que eso era la inmensidad del espacio y no una bóveda azul que se extendía sobre ella.
Sus ojos no podían escrutar el misterio infinito que se escondía más allá. En ese trocito de cielo. El trocito que abarca lo que tus ojos pueden alcanzar cuando miras hacia arriba. No sabes que gozo causa esa profunda calma.
En qué pensaba?
En que en la vida de una persona como quiere que la imaginara, no podía haber más que dolor.
En que todo el mundo tiene una vida que fluctúa entre la esperanza y el desánimo.
Todo el mundo se encuentra en el mismo caso con problemas diferentes.
Todo el mundo esta llamado a sufrir, lo saben y quieren disimularlo de una manera u otra.
Y cuando la verdad clava los ojos sobre alguien, el espectáculo se pone odioso, llega el momento de apagar la luz porque ya no hay nada que ver. La vida se centra entre la condolencia por sus sufrimientos y el deseo ardiente de verse libre de ellos.
Pero saldrá una luz para los infortunados que han sido alumbrados con una vida repleta de tormentas, traiciones y dolores, una luz que brillara de pronto con todo su esplendor, más vivo si cabe.
Solo hay que esperar...
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