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Palo Alto, la ciudad situada en el Norte de Sillicon Valley, California, fue el lugar donde nacieron las empresas mundialmente conocidas como Apple, Facebook, Google y donde se instalaron dioses del mundo del automóvil como Tesla convirtiendo la zona del área de la bahía de San Francisco en uno de los lugares más caros del mundo y con más numero de millonarios, por ser el centro de la revolución tecnológica.
Pero antes de todo esto, el centro era Nueva York.
Nueva York fue el lugar donde a inicios del siglo XX se instalaron los nuevos dioses con sus modernos automóviles Ford T, locutores de radio, productores de cine y cinematógrafos y millonarios dueños de empresas de aviación. Descubrimientos que estaban destinados a parar el tiempo, el disfrutar del placer de conducir, el lujo de poder volar, el espacio creado bajo la música de jazz escuchada en la radio y cómo no…el éxito del Martini seco.
En aquella época el alcohol estaba prohibido por la Ley Seca. Sin embargo era el espejo donde los escritores famosos y excéntricos guionistas se miraban. Scott Fitzgerald, Dorothy Parker, Truman Capote…
Scott Fitzgerald era con mucho el más guapo y el más borracho. Con los primeros dólares que ganó escribiendo artículos de moda, se compró un traje blanco y un sombrero de ala blanda dispuesto a comerse el mundo con su atractivo. Lo que para él era el mundo: una aceituna verde que flotaba en la cónica copa de ginebra con vermú y unas gotas de amargo de angostura.
Sobrio o borracho, consiguió dotar de intensidad el Nueva York de la época de entreguerras cuando le visitaba la inspiración y escribía entre fiesta y fiesta, donde bailaba y bebía hasta caer derrotado.
Truman Capote escribía de tal modo que su genero literario de adaptaba a cualquier estado de ánimo del viajero. Igual que Andy Warhol, Tom Wolfe, Woody Allen…
Woody Allen, escritor de guiones de cine estrenó la película “Manhattan” y con ella convenció a muchos cuarentones de que aun podían enamorar a una adolescente como Mariel Hemingway. Solo había que pasear por Central Park con un botellín de agua, visitar galerías de arte del Soho, entrara a pequeñas tiendas de comida macrobiótica… y ya podías acceder a la chica molona como la de la peli.
Pero existía otro Nueva York. El de Dorothy Parker encadenado con los otros por un mismo hilo de alcohol de Martini Seco. “Bebe y baila, ríe y miente, ama toda la tormentosa noche porque mañana habremos de morir”, escribía.
Aunque ella no consiguió morirse cuando quiso ya que lo intentó dos veces: una cortándose las venas con la cuchilla de afeitar de su marido y la otra con una sobredosis de barbitúricos.
Era la reina de un grupo de exquisitos y privilegiados intelectuales, escritores y periodistas, críticos literarios y actores neoyorquinos, puesto que alcanzó por sacar a pasear su famosa lengua mordaz.
Mismo Nueva York con diferentes escenarios en los que el exceso era el denominador común. Excesos, en este caso de alcohol, que tan buenos resultados han dado a los momentos “de creación” de los artistas cantantes, pintores, inventores... Brillantes escritores y oradores, excesivos en sus actos y seducidos por el Martini seco nos dejaron textos maravillosos que se han convertido en manuales de cabecera.
Parker acabó viviendo en la Suite de un hotel en la que entraban y salían amantes como si se tratara de una oficina de Correos. Para ella, no era tanto el sufrir como el dejar de disfrutar: dicen que contestaba así mientras entreveía su final reflejado en el fondo de la copa.
- “Qué va a tomar…?
- No más catástrofes, por favor”.
Qué excesivos escenarios habrá hoy en día en Palo Alto…que sirvan para que de algunos momentos nazcan brillantes creaciones.
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