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Como tantos otros cambios para bien o para mal, estamos recuperando en estos días de confinamiento, placeres que teníamos olvidados. Tenemos el privilegio de ver historias que nos hacen sentir absoluta fascinación y una curiosidad ilimitada: podemos asomarnos a otros mundos a través del cine.
Lo cierto que el buen cine ha desparecido de nuestras programaciones de golpe y se ha perdido un importante factor de educación de la gente. El resultado es que, como en otros espacios (el literario, el musical, el del artista…), contamos ya con varias generaciones de ciudadanos mentalmente lisiados que poseen una pobre cultura general y como no, también cinematográfica.
Es muy difícil hacer llegar un mensaje a través de una historia,y es más difícil parar el tiempo para que las personas se sienten, piensen y les llegue la esencia del mensaje sin ninguna fisura. Pero si algo estamos aprendiendo de esta situación de reclusión, es a volver a valorar las cosas esenciales e importantes y una historia servida con bastante madurez de la mano de dos estrellas del cine, es un elemento fundamental para una buena historia de amor.
“Enamorarse” ( Ulu Grosbard, 1984) es el referente de una relación tratada con una enorme tranquilidad y serenidad, tomándose su tiempo en cada plano, cocinando a fuego lento una seducción que se va intensificando, una romántica limerencia y un enganche emocional que aumentan en los instantes más importantes de la relación de Robert de Niro y Meryl Streep y que suceden principalmente en la estación o en el tren que cogen cada día para ir a sus trabajos.
El tren…como metáfora es utilizado por su director Grosbard para hacernos llegar el mensaje de lo grande que es el amor cuando éste llega, en el momento más inesperado, a la vida de dos personas. Muestra la tranquila vida de dos seres humanos idealizando el sentimiento que supone para ellos encontrarse cada día, de manera interrumpida, viviendo cada segundo como lo más grande que sucede en esos momentos en sus rutinarias vidas.
El primer beso, la decisión de tener sexo la primera vez, la despedida de cada día y el reencuentro del día siguiente…Las ganas de ver más, de que ese plano se prolongue, de seguir contemplando como ella desea, desde su timidez, simplemente mantener la mirada para saber si él siente lo mismo. Y después, con un simple corte de plano, se vuelven a meter cada uno en sus vidas, recalcando el resquebrajamiento que están sufriendo sus vidas cuando no están juntos.
Me cuesta comprender por qué tantísimas personas no sienten curiosidad o fascinación por las películas clásicas o de otras décadas y dan la espalda a lo “antiguo”.
Porque las películas son ficciones pero te cuentan cómo era la vida en los setenta, en los ochenta, en épocas avanzadas y en otras más puritanas… y cómo se trataban las relaciones de pareja o como se disfrutaba del amor a fuego lento. Otras maravillosas formas de amar han existido y ahora es momento de recordarlas porque están ahí y existen de nuevo.
Cuando lo esencial vuelve a convertirse en lo importante…
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