Escribir no es fácil…y al escribir los primeros renglones del año, conjugamos los verbos en el futuro perfecto de las promesas y expectativas.
Escribir no es fácil…y el mundo parece estos días un cuaderno en blanco, sumergido en las nieblas y las nieves.
Entre todos los comienzos posibles, la tradición europea elige el 1 de enero. Aunque los antiguos romanos, apegados aún a los ciclos de la naturaleza, iniciaban su calendario el 15 de marzo, una preciosa fecha para nacer…y para celebrar el renacer exuberante de la primavera.
En esa fecha se elegían a los dos cónsules, a los dos magistrados más poderosos de la República. Y como las guerras se libraban al final del invierno, decidieron adelantar la elección consular de modo que las legiones no malgastasen ni una soleada jornada de buen tiempo sin darse a la feroz matanza. A raíz de aquello…enero inaugura el año.
Este tránsito temporal es solo una convención, una liturgia que posee un hondo simbolismo en nuestra imaginación. Una noche entre otras…tan liviana o importante como cualquier otra. Pero para muchos es el momento de los balances: afloran recuerdos, remordimientos y muchos muchos buenos propósitos y con ilusión prometemos hacer ejercicio, iniciar dietas, aprender idiomas y donde las promesas se van amontonando Sin embargo, esto dura lo que dura un suspiro. Nos gusta mucho más soñar que hacer realidad una espiral de planes y compromisos.
Italo Svevo describió con ironía un deseo persistente de cada año. En su obra “La conciencia de Zeno” , un médico prohíbe fumar al protagonista ya que se encontraba aquejado de una grave bronquitis. Por su salud, Zeno decide obedecer, pero angustiado se consiente un cigarrillo final, que consume despacio, apasionadamente y con la solemnidad de las promesas y la despedida.
Pero para su sorpresa, se da cuenta que el cigarrillo más intenso es siempre …el último. Saborea un futuro de superación, de fuerza y de salud. Por ello, cada principio de año se propone dejar el tabaco, sin jamás lograrlo ni dejar de intentarlo. Décadas de últimas caladas le hacen comprender que es más adicto a la esperanza que a la nicotina.
Fogonazo de contrariedad. Porque el fracaso es el mayor y más peligroso de los pecados pero cada intento aporta el mayor de los placeres, como el de disfrutar fumando en compañía. En cada intento, empiezas cada vez con un montón de preguntas nuevas aunque acabas finalmente descubriendo todas las respuestas. La vida consiste en aprender cada día y el entrenamiento y la actitud es lo que mantiene a uno vivo.