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lunes, 6 de enero de 2025

LAS BURBUJAS DE LA DISCORDIA



Comenzar un nuevo año supone decidir si se sigue con la misma dinámica del año anterior o merece la pena cambiar algo. Si crees que eres una buena persona y no deseas cambiar nada, o si por el contrario eres un malvado y tampoco deseas cambiarlo, es decir, te sientes muy bien siendo un vanidoso redomado.


La historia nos deja personajes dignos de estudio. El coronel de las SS Adolf Eichmann fue sometido a juicio en Jerusalén en 1961. Parte de su vida se dedicó a asegurar el transporte de las masas de judíos hacia su muerte en los campos de concentración. Un acto despiadado, desde luego, difícil de explicar. Un mal banal, sin sentido, donde una sumisión ciega le empujaba a realizar con una absoluta ausencia de criterio propio su trabajo.

Ejemplos de este estilo, nos hacen creer que quienes los cometen son seres especiales que nada tiene que ver con nosotros. Son seres irracionales, enfermos, especiales…y diferentes.  Nosotros nunca haríamos eso. Somos capaces de distinguir claramente, entre el bien y el mal. Y nos consolamos diciendo “No, no, no pueden ser como yo en absoluto”.


Pero una sombra de no culpabilidad sobrevuela sobre este tipo de personas que, ante actos malvados, justifican que estos actos son cometidos en nombre de alguien o de algo…siempre por una obediencia debida. Un tema religioso donde asesinan en nombre de alguien, un tema político donde roban o encarcelan en nombre de alguien , un tema familiar donde por dinero joden la vida a los demás en nombre de alguien…y hasta el honor. Se trata de vanidosos que impusieron su verdad y explicaron sus actos, argumentando en nombre de un bien mayor que desde luego no eran ellos. Aunque el beneficio sí.

Sin embargo, las criticas al concepto de la banalidad del mal confirman que los autores de este tipo de crímenes no son obedientes. Son crueles. Y solamente obedecen a su propio egoísmo, donde la posesión y el disfrute individual se imponen ante cualquier valor. Tienen la habilidad del ofrecer argumentos que justifican sus actos, masacres, asesinatos o ruinas… de la manera más burda y ridícula. No son humanos, no saben distinguir la diferencia entre lo bueno y lo malo.

En el transcurso de la historia se han intentado minimizar actos que hoy parecen inaceptables. Hace más de un siglo, batirse en duelo era legal, es más, era obligado. El valor del honor estaba por encima del valor de la vida y dar muerte a alguien era justificable para solventar la ofensa. Ahora está la prohibición de que dos personas arriesguen la vida por el honor  y quien mata es un asesino y no un duelista. 

Todo esto no justifica que seamos mejores o peores, solo que nos hemos adaptado a los sistemas de conducta de la sociedad. Pero esta evolución no se ha instalado en  todas las personas. Muchas siguen ejerciendo de su maldad a pesar de tratarse de conductas repletas de vanidad. La maldad al puro estilo antiguo, donde las leyes y las normas morales se las pasan por el forro, teniendo como único fin el objetivo deseado.

Cuando elegimos tener mil retuits frente al derecho al honor y al dolor que causamos a una persona, estamos siendo vanidosos.

Brindemos pues, con las burbujas de la discordia: por la delgada línea que separa la capacidad de resolver el conflicto entre el bien y el mal y los personajes que se presentarán este nuevo año en nuestras vidas para saltársela.






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