Ahora que ya no estás entre nosotros, ojalá lo leas desde el cielo o desde el infierno, después de cruzar el umbral.
Como bien dijo Shakespeare, la naturaleza padece los consiguientes efectos: frialdad en el amor, amistades perdidas, disensiones entre hermanos, injusticias de padres a hijos, injusticias de hijos a padres, (con lo cual se quebrantan vínculos entre ellos), discordias entre los paises, revueltas en las ciudades...
Aquí es la madre contra el hijo y de nuestros tiempos hemos visto pasar lo mejor; intrigas, perjurios, traiciones, cataclismos asoladores que nos perseguían sin tregua hasta el sepulcro: nietas bastardas, nueras imposibles, yernos que nunca han tenido trabajo y ese hijo...ese hijo al que siempre había que “tapar” a toda costa...
Esto pasa cuando se tienen tres hijos...
Admirable necedad...afligen nuestra vida dolencias causadas casi siempre por un hartazgo de nuestra intemperancia y culpamos de nuestros males al sol y a la luna...como si fuéramos malvados por necesidad.
Insensatos por conjunciones celestiales, pícaros, ladrones y traidores por el predominio de las esferas, beodos mentirosos y adúlteros por inevitable sujeción al influjo planetario. Y todo lo que hay de malo en nosotros...por disposición divina.
No está la culpa en uno mismo?
Pensabas con tanta certeza que te iban a cuidar hasta el final?
Y que hay de aquellos que te asesoraron en hacer lo que hiciste?
Con el tiempo se descubre lo que sabe embozada astucia. El que encubre defectos un día al fin los ve descubiertos por vergonzoso escarnio.
La máxima que nos enseña el respeto a la ancianidad: nos amargan la vida en lo mejor de ella privándonos de sus goces hasta una edad en que nos hallamos sin gusto.
Eso pensaron tus otros hijos...
Procediste contra tu hijo solo por indicios dudosos, por tapar el honor de los otros y ante la duda abriste una brecha para con tu nuera y tu nieta que, muy a tu pesar, es la que más se parece a tu difundo marido y la hiciste de menos frente a las demás. Y destrozaste el corazón de un hijo respetuoso, el que muy a tu pesar, más se parece a ti.
Ocultar, ocultar y compensar...lo que no supieron conseguir como hijos los robaron como hermanos . Que destrozo...
No te diste cuenta que tu ancianidad y tu respeto te obligaban a ser más prudente sobre todo con la herencia que tu esposo dejó bien claro que sería a tres partes iguales y que mancillaste a tu gusto sin importarte los deseos del que antes de morir te cedió a ti.
Desde el día que donaste todo a dos hijos y dejaste sin nada al tercero...esos dos hijos pasaron a ser tu madre. No se que debía haber debajo de tu cabeza para hacer lo que hiciste.
Ahora es grande tu pesar, trataste con tanta dureza a ese hijo negándole tu bendición y entregándolo a los azares del extrañamiento, despojándole de sus derechos hereditarios para favorecer a dos hijos desnaturalizados que tu corazón amargado por horribles remordimientos y por vergüenza no te consiente acercarte de nuevo a él.
Más vale ser despreciado a sabiendas que ser despreciado entre adulaciones. Todo lo que era justo y bueno para todos habia de parecer malo ...a los malos. A esos dos hijos a los que repartiste tus bienes olvidando por completo que diste a luz un tercero. Preferiste oír palabras rimbombantes a verdades.
Pero recuerda: las buenas acciones han de florecer de esas buenas aduladoras palabras.
Que listos fueron!! Que arte tuvieron para en su necesidad que nunca te confesaron, hicieron lo más despreciable robando la parte de su hermano dejándole sin nada.
Casados con servilletas que no valían ni para mantel y que solo añadían leña al fuego y nieve a la frialdad de sus sentimientos.
Esas personas sin palabra que lo mismo negaban que afirmaban y que te han metido donde quieras que estes ahora.
Paradojas de la vida, los defectos que encubrías ya no puedes ocultarlos más. Pocos han condenado tan intrépidamente a un hijo, como tú lo has hecho para salvar a otros, a los espos@s de estos, ahora ya divorciados y a otros insalvables...Ya no hay tiempo.
Pero mamá, el castigo vendrá cuando quiera, no aclamaré por el, no invocaré a las deleidades...arrepiéntete cuando puedas, enmiendate cuando te plazca...tendré paciencia.
Soy creyente y creo en mi padre, tu marido, que te estará esperando cuando cruces el umbral y él te contará las verdades que no has podido o querido ver desde aquí.
Ojalá haya sido para bien lo que decidiste quitando la parte que mi padre guardaba para mi hija, que utilizaste para tapar las carencias que tú...has tenido como madre con los otros.
Nos veremos en el otro mundo. Y ya que has rehusado de mí como hijo en vida, nos veremos en la eternidad.
Gracias por hacerme invisible y provocar lo que me has provocado...