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miércoles, 15 de diciembre de 2021

LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS ROTOS


Veo desolada las noticias sobre las terribles inundaciones que están sucediendo en las ciudades bañadas por el Ebro y guardo en mi mente el recuerdo de algunas veces en las que por unas horas, el silencio del agua avanza al mismo tiempo que busca salida y sigilosamente va entrando en cualquier espacio, convirtiendo en trampas las viviendas, carreteras y todo lo que encuentra a su paso. Son situaciones de las que deseas huir excepto en esos momentos de paz, en los que puedes observar el espectáculo desde la ventana de casa o por los reportajes e informativos.
En todas las ciudades y pueblos, se puede disfrutar de una comodidad, basada en el trabajo, eso sí, basada en el teletrabajo para algunos y para la agricultura y ganadería para otros. A eso de las 6 de la tarde en estos meses, la noche queda cerrada. Los primeros hibernan y piden por internet la compra o la cena a los repartidores de turno y los segundos, se preparan con ropa de abrigo y luces para continuar su jornada laboral hasta Dios sabe cuando…
Pero cuando la naturaleza se desata, solo los incautos salen a conducir o a caminar por el centro de las zonas afectadas de tragedias. Y todos esos lugares afectados acaban siendo “Las ciudades de los sueños rotos”. En una décima de segundo…todo cambia. Y se despierta esa naturaleza endurecida que resulta indiferente a los peligros a los que somete a la gente, que resignada, recibe con naturalidad y templanza el caos y los destrozos de lo que hasta ahora eran sus sueños.
¿Tendrá algo que ver con la dureza de que son hechos que se repiten cada tres o cuatro años y nadie pone remedio? Yo asumo esos comportamientos como propios de una sociedad ajena…porque no concibo que ese modelo de sociedad exista, aquí con nosotros, a día de hoy. Es habitual afirmar que la vida no vale nada, y que si alguien muere o pierde todo lo que tiene es posible que pase sin pena ni gloria hasta el próximo desastre natural en el que pasará lo mismo.
Ahora sé, que para los políticos no hay ingrediente más eficaz que la comodidad que les ofrece un capitalismo sin control, que crean a su medida, a golpe de clic o “decretazo” con el fin de adormecer nuestra sensibilidad y eliminar cualquier tipo de reclamación ante tanta falta de solidaridad.
Estos días de desconcierto, no cabe duda, que por la furia de la naturaleza que ha provocado impensables inundaciones, todo el mundo pone el grito en el cielo y habla, como cada vez que ocurre, de lo que se debía haber hecho para que no sucediera. No paran de publicarse artículos sobre cómo evitar que estas situaciones se repitan. No paran de publicarse columnas en las que se describe como una desastre de este tipo altera nuestra comodidad.
Pero…y después?
Después, lo de siempre. Exhibimos claramente cuál es nuestro grado de aguante y pasados unos días, el agua desaparecerá poco a poco, esta noticia desaparecerá de las portadas de los informativos y todos los damnificados que han perdido sus cosechas y que tardarán años en recibir las ayudas, pasarán sin pena ni gloria de nuevo hasta la siguiente riada. Ahí es donde empieza y acaba nuestro análisis sobre este conflicto que no va más allá de la siguiente noticia, excepto para los que se les ha jodido la vida por culpa de las infumables decisiones de los políticos, porque como no es su culo, no tienen prisa. Con esto, una vez más, convierten sus ciudades en “las ciudades de los sueños rotos”.

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