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lunes, 23 de enero de 2017

SIEMPRE...ES BENIGNO


El mensajero no llegó con buenas noticias. La primera prueba...y el resultado había sido demoledor: maligno. No había duda.
El médico se explicaba más, desde la parte de la frivolidad de quién hace su trabajo, que desde la conmoción y apabullamiento que siente el que recibe la noticia.

Había una calma tensa en la consulta, un silencio espeso roto por las explicaciones de lo que va a ser tu vida las próximas semanas, los próximos meses.
La angustia de dudar como contárselo a tus padres, de dudar en que etapa de la quimio se lo contarás a tus hijos.
Y te viene un sabor a la boca un sabor que más tarde recordaras más de muerte... que de vida.

Lo mismo daba que fuera de un tipo que de otro, la palabra cancer ya había sido nombrada. Nada volvería a ser igual. A partir de ese momento, cada día que pasara sería irremediable, sentiría que iba a alejarse de lo que importaba, de lo que amaba, de lo que hasta ahora le había llenado la vida.

Aquella discusión con la familia..., aquella etapa tan mala en el trabajo, la muerte de su padre...puntos de inflexión a lo largo de su vida que le marcaron y que aparecían ahora en forma de amarga noticia.
Pasos irreparables, actos que nos alejaban definitivamente de nuestra felicidad, situaciones extremas que ya no se podían recomponer habían despertado en ella, los oncogenes que todos llevamos dentro.

Todo parece destinado a perderse para siempre: notas como tu vida se derrumba, cómo se filtra por esa nueva grieta que crees haber provocado tú misma.
"Ojalá no hubiera trabajado tanto, ojalá hubiera pasado más tiempo con los míos..."

Crees que hacer lo mismo a partir de ese momento es imposible. Te han robado de repente la vida, el futuro y el pasado. Te han robado la posteridad.

Que parte de la vida depende de la suerte y que parte...de nosotros mismos?

El tiempo parece ralentizarse, los segundos corren de otra forma y lo que es objetivamente corto...se hace largo.

Sin embargo, debemos ver el lado bueno de las cosas.
Esa enfermedad es una excusa para dar salida a una intensa fuerza interior que desconocías que existía dentro de ti...y empiezas a luchar.
Asenderada por la situación, agravada por el desagradable momento de confesarlo restándole importancia, el momento que te hace dudar y temer, también te hace ser la más fuerte.

Nunca sabemos si nuestros actos son adecuados hasta mucho después, vivimos en la incertidumbre, en la inseguridad sin saber si hacemos bien o mal.
Esa es la angustia, que nos obliga a insistir, a perseverar, a luchar porque la batalla nunca está perdida.
Hay que luchar para ganarla.

"Porque si luchamos...siempre es benigno"

eltranviadelamoda.com


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